Ella quería ser maestra,
¡Qué hermoso transmitir conocimientos!
Quería hacerlo diferente,
quería enseñar aquello que le entusiasmaba,
no quería enseñar lo que tanto odiaba.
Quería enseñar, enseñar cosas necesarias,
las cosas que para ELLA eran necesarias!
Pero había algo que olvidaba...
Debía guiarles a adquirir conocimientos,
debía enseñarles lo que les entusiasmaba,
quizás lo que ella odiaba, ellos anhelaban.
Debía enseñarles lo que para ELLOS era realmente necesario.
Debía responder a sus demandas,
porque debía ser acompañante, debía ser guía,
en un camino que no era el suyo,
era el de sus alumnos.
A veces no son sólo las ganas y el entusiasmo para educar, sino la capacidad de escuchar a los alumnos y alumnas, descubrir sus deseos y necesidades, lo que convierte a alguien en un buen/a educador/a.